martes, octubre 15

Rishi Sunak cierra un nuevo acuerdo con Ruanda para deportar migrantes tras la prohibición del Supremo | Internacional

Ruanda ya no es tanto una solución práctica ante el aumento de la inmigración irregular en el Reino Unido, sino un pulso con jueces, organizaciones humanitarias, votantes y hasta el ala dura del Partido Conservador que Rishi Sunak debe ganar para sobrevivir políticamente. El Gobierno británico se ha empeñado en salvar una política de deportaciones que el propio Tribunal Supremo del Reino Unido ha anulado por ilegal. Es el único modo, piensa el equipo de Sunak, de salvar las posibilidades electorales del Partido Conservador dentro de un año.

El ministro del Interior, James Cleverly, ha viajado este martes a Kigali para renegociar con el Gobierno ruandés el acuerdo que cerró Boris Johnson en abril de 2022. Desde entonces, ni un solo avión ha despegado desde suelo británico con inmigrantes, bien por la intervención del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, bien por la de la propia justicia británica. Todas las instancias han señalado claramente las dudas —puestas sobre la mesa en su momento por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados— sobre la seguridad jurídica de Kigali, y la posibilidad real de que muchos de los deportados sean devueltos a sus países de origen, donde sufrirán persecución y represalias.

El Gobierno de Sunak, sin embargo, está convencido de que si Londres y Kigali firman un nuevo acuerdo mejorado, y el Parlamento aprueba en los próximos días una declaración que sostenga que Ruanda es un país de fiar, el asunto quedará solucionado y blindado frente a futuros desafíos judiciales.

El nuevo acuerdo asegura, según el comunicado emitido este martes por el Gobierno británico, que “las personas desplazadas a Ruanda no correrán el riesgo de ser devueltos a un país donde su vida o su libertad se vean amenazadas”. Con el texto se refuerzan las funciones del comité independiente de control que ya se había acordado entre ambos países. Podrá de ese modo, dice Downing Street, supervisar que se cumplan las condiciones establecidas respecto a la recepción, tratamiento y apoyo de los inmigrantes deportados, así como respecto al proceso de tramitación de solicitudes de asilo.

“Creemos firmemente que este tratado responde a todas las objeciones planteadas por los magistrados del Tribunal Supremo. Hemos trabajado codo con codo con nuestros socios del Gobierno de Ruanda para asegurarnos de que sea así, y confío en que a partir de ahora podamos avanzar con rapidez”, ha dicho Cleverly en rueda de prensa, en Kigali, junto al ministro de Exteriores ruandés, Vincent Biruta.

“A continuación impulsaremos una propuesta legislativa que incorpore esas mejoras en el derecho británico y cierre algunas de las lagunas que hoy permiten la interposición de demandas espurias que impiden que los inmigrantes suban a los aviones”, ha añadido en Londres el secretario de Estado de Inmigracion, Robert Jenrick. “Con ambas cosas podremos seguir adelante con un plan que es clave para rebajar los números de inmigrantes”, añadía. En el mejor de los casos, el país africano tendría capacidad para llegar a acoger hasta un millar de inmigrantes.

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En su momento, Londres se comprometió a pagar más de 160 millones de euros anuales a Kigali a cambio de su colaboración. La visita de Cleverly, que según The Sunday Times irá acompañada de la oferta de un refuerzo económico, busca el modo de asegurar que el proceso de tramitación de solicitud de asilo de los deportados se lleve a cabo del modo apropiado. El Gobierno baraja incluso la idea de enviar allí a un equipo de abogados británicos que colaboren durante los trámites. “Existen problemas respecto al proceso en general, y sé que el Ministerio del Interior está contemplando cuidadosamente esa posibilidad”, admitía en la BBC la secretaria de Estado de Cultura, Lucy Frazer.

Lo cierto es que Ruanda se ha convertido más en una símbolo de la supuesta firmeza de Downing Street para frenar la inmigración que en una respuesta realmente eficaz. En lo que va de año, más de 20.000 personas han cruzado las aguas del canal de la Mancha para llegar a las costas inglesas. Pero, sobre todo, es la cifra total de inmigrantes ―irregulares o legales― la que tiene contra las cuerdas a Sunak y su Gobierno. En 2022 se alcanzó la cifra récord de 745.000 personas. Para este año, los cálculos de la Oficina Nacional de Estadística apuntan ya a más de 670.000 nuevos habitantes.

“El Gobierno debería admitir que el esquema [de deportaciones a Ruanda] ha fallado y no puede ser enmendado. Deben centrarse más bien en cómo solucionar el atasco actual en la tramitación de solicitudes de asilo y la falta de capacidad del sector para lidiar con la inmigración”, ha señalado Nick Emmerson, el presidente de la Law Society of England and Wales (Sociedad de Abogados de Inglaterra y Gales).

Freno a la inmigración legal

Horas antes de su viaje a Kigali, Cleverly había presentado ante la Cámara de los Comunes una batería de nuevas medidas para restringir las vías y mecanismos de entrada al Reino Unido de los inmigrantes legales: trabajadores con visado, estudiantes y familiares dependientes en su mayoría. Si la Ley de Inmigración que alumbró el Ejecutivo de Boris Johnson exigía ya a las empresas que aspiraban a contratar un trabajador extranjero que pagaran un salario mínimo anual de poco más de 30.000 euros, el Gobierno de Sunak ha elevado el listón hasta los 45.000 euros, un nivel complicado de alcanzar en sectores como la hostelería, la agricultura o la asistencia a las personas dependientes.

Cleverly expuso en el Parlamento un listado de nuevos compromisos que lograría, dijo, reducir hasta en 300.000 personas anuales la cifra de nuevos inmigrantes. En primer lugar, la decisión misma de aumentar el sueldo anual requerido para obtener un visado, así como la anulación de la reducción salarial de hasta el 20% para los trabajadores extranjeros en sectores en los que oficialmente se ha decretado que hay escasez de mano de obra. Y mayor endurecimiento para incorporarse como personal sanitario en hospitales y centros públicos de salud, a pesar de la necesidad urgente de cubrir esas plazas.

La última encuesta publicada por YouGov señala que, después de la economía y la situación de la sanidad pública, la inmigración se ha convertido en el asunto que más preocupa a los ciudadanos británicos. Y ese mismo sondeo señala que para un 39%, frente a un 37%, es más importante reducir la cifra de inmigrantes que potenciar el crecimiento de la economía (mucho más si esto segundo requiere de la llegada de mano de obra exterior). La obsesión del Partido Conservador se ha convertido en una crisis existencial de cara a las próximas elecciones generales, que deben celebrarse a finales de año.

El Gobierno de Sunak insiste en que, antes de que los ciudadanos sean convocados a las urnas, ya habrán despegado aviones con inmigrantes hacia Ruanda. De no ser así, el primer ministro se vería atrapado en una trampa que el mismo se ha encargado de reforzar hasta convertirla en inevitable.

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