domingo, octubre 13

La ofensiva de Israel en el sur de Gaza pone a prueba la capacidad de influencia de EE UU | Internacional

Estados Unidos está del lado de Israel en “su deber y su responsabilidad” de derrotar a Hamás, insiste en público la Administración del presidente Joe Biden. Pero si de puertas afuera expresa su respaldo a Israel y culpa a la milicia radical palestina del colapso de la pausa para el intercambio de rehenes, entre bambalinas presiona a su aliado para que cambie de táctica en su guerra en Gaza. La segunda fase de la ofensiva, en el sur de la Franja —insiste Washington—, debe incluir una protección mucho mayor a una población civil todavía más concentrada en menor espacio de terreno.

La vuelta a las hostilidades, y especialmente cómo se conduzca Israel en ellas, representa una prueba clave para Estados Unidos. La Casa Blanca, con el propio Biden a la cabeza, insiste en que la estrategia adoptada desde el estallido de la crisis, de “abrazar” a Israel, es la correcta y le permite influir en el comportamiento de ese Gobierno. Apunta, entre otros factores, a la entrada de ayuda humanitaria en la Franja o a los siete días de una tregua que inicialmente Netanyahu descartaba de plano.

Es una posición en la que no está solo: dentro del prisma de la Unión Europea, que mantiene que Israel tiene derecho a defenderse pero respetando el derecho internacional, hay Estados miembros, como España, Bélgica, Irlanda o Luxemburgo, mucho más críticos con las vulneraciones del Gobierno de Benjamín Netanyahu. Y otros, como República Checa, Austria, también Alemania —con ciertos matices— y Hungría que apoyan casi sin fisuras a Israel y que han liderado la oposición dentro del club comunitario a una petición común para un alto el fuego humanitario sostenido.

Pero la reanudación de los bombardeos desde el viernes, y la retirada israelí de sus negociadores en Qatar, pone en duda hasta qué punto Washington puede controlar a su aliado.

Nathan Sachs, director del Centro para Oriente Próximo del think tank Brookings, señala por videoconferencia: “La presión se centra de veras en tener un plan de lo que [Israel] quiere hacer”. Y añade: “Israel ha completado parcialmente sus metas en el norte de Gaza; ahora la cuestión es el sur, donde hay una cantidad enorme de gente: no solo sus residentes, sino también refugiados del norte, y ¿qué es lo que va a pasar ahora?”. En el sur se concentra ahora el 80% de los 2,3 millones de habitantes de la Franja, después de que los bombardeos en el norte obligaran a la mayor parte de los residentes allí a huir.

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Durante los siete días de alto el fuego, e incluso antes, las autoridades estadounidenses habían insistido en que solo apoyarían una ofensiva militar israelí en el sur de la Franja si venía acompañada de medidas para proteger a los civiles, evitar nuevos desplazamientos masivos de la población y no atacar infraestructuras básicas, incluidos hospitales. La Administración Biden no parece dispuesta a que la segunda fase de los combates alcance los niveles de muerte y destrucción que dejó la primera fase en el norte. Según cifras del Ministerio de Sanidad en la Franja, que la ONU considera creíbles, más de 15.000 palestinos, buena parte de ellos niños, han muerto por los bombardeos israelíes.

Es un mensaje que el propio Biden ya transmitió directamente a Netanyahu en su conversación más reciente, el pasado fin de semana, y que el secretario de Estado, Antony Blinken, durante su gira relámpago de esta semana a Oriente Próximo, reiteraba al gabinete de guerra israelí el jueves. “Abordamos los detalles de la planificación israelí y subrayé que para Estados Unidos es imperativo que no se repitan en el sur las pérdidas masivas de vidas civiles y desplazamientos [forzosos] al nivel que vimos en el norte de Gaza”, subrayaba el secretario de Estado en declaraciones tras ese encuentro.

Entre otras cosas, Washington ha instado a Israel a reducir la zona de combates y a comunicar a los civiles palestinos dónde pueden buscar refugio de los bombardeos en la zona del sur. El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, apuntaba esta semana que los asesores militares estadounidenses han aleccionado a los mandos israelíes sobre las experiencias de los soldados de EE UU en los combates urbanos en lugares como Faluya o Mosul en la guerra en Irak, para que las fuerzas del país aliado no cometan los mismos errores.

“Israel tiene uno de los ejércitos más modernos del mundo. Es capaz de neutralizar la amenaza que representa Hamás al tiempo que minimiza los daños a hombres, mujeres y niños inocentes”, sostenía Blinken en una rueda de prensa en Tel Aviv tras su reunión con el gabinete de guerra israelí.

Más allá, Estados Unidos también trata de planificar con Israel, y con los Estados árabes, posibles vías de salida al conflicto. Una perspectiva que esperaba potenciar con la tregua y que ahora se ve más complicada que nunca. Washington aboga por la solución de dos Estados, negociados entre Israel y una Autoridad Palestina revitalizada; algo que choca con los deseos del derechista Gobierno de Netanyahu.

“Israel se niega a debatir en detalle qué pasará después del conflicto”, declara Itamar Rabinovich, antiguo negociador israelí con Siria y exembajador en Washington, actual analista de Brookings, también en vídeoconferencia. Pero “la única solución viable es que la Autoridad Palestina regrese a Gaza, de donde Hamás la expulsó en 2007. Esto es un anatema para la derecha israelí”.

Según Steven Cook, del Council for Foreign Relations, en una charla con periodistas, “es probable que el resultado, si hay alguno, sea una ocupación de la franja de Gaza durante un tiempo. Los israelíes han sido claros en que quieren establecer un régimen de seguridad allí”.

Un grupo de palestinos salen a la calle tras el bombardeo israelí del complejo residencial de Hamad, en Jan Yunis (Gaza), el 2 de diciembre. AHMED ZAKOT (REUTERS)

Sobre el terreno, las ONG y la población civil denuncian que los bombardeos se han retomado con más fuerza que antes. El número de muertos desde el fracaso de la tregua ya se cuenta por centenares. Al mismo tiempo, EE UU continúa su suministro de armamento a su país aliado. Según revela The Wall Street Journal, esas partidas han incluido en los últimos dos meses 15.000 bombas y 57.000 cartuchos de artillería, incluidas un centenar de grandes bombas para la destrucción de búnkeres, de un peso de una tonelada cada una.

Una vuelta a las tácticas de la primera fase de la guerra dejaría a EE UU en una situación complicada. Además de las críticas desde el exterior, muy especialmente desde los países árabes, sobre su cercanía a Israel, la Administración debe hacer frente a los llamamientos del ala progresista del Partido Demócrata y de algunos sindicatos para un alto el fuego permanente.

La comunidad musulmana y árabe estadounidense, pequeña pero clave en Estados bisagra como Virginia o Michigan y que en 2020 apoyó mayoritariamente a Biden, amenaza con abstenerse en las presidenciales del año próximo, algo que podría tener graves consecuencias para los demócratas. Incluso dentro de la Administración existen divisiones —manifestadas en reuniones y cartas abiertas de protesta— sobre la sensatez de dar un aparente cheque en blanco al Gobierno de Netanyahu.

Incluso la opinión pública estadounidense parece modular el apoyo incondicional a Israel que manifestaba tras los atentados de Hamás del 7 de octubre, en los que murieron 1.200 ciudadanos israelíes. Una encuesta de Gallup apunta que un 50% —entre ellos, un 71% de los votantes republicanos— apoya la ofensiva de las Fuerzas de Defensa Israelíes, mientras que un 45% son contrarios a ella. Seis de cada diez demócratas declaran su oposición a esa campaña militar.

También en los países europeos que apoyan a Israel esa posición se mantiene aunque la ruptura de la tregua haya hecho ese respaldo más silencioso. Mientras, el tono hacia Netanyahu entre algunos de sus socios, como Francia, se ha endurecido. También ha aumentado la movilización ciudadana ante las insoportables imágenes que llegan de la Franja

Los apoyos más firmes de Israel dentro de la UE aseguran que el club comunitario y varios Estados miembros con buena relación con Israel han conversado con Netanyahu para que contenga los ataques a Gaza. Como respuesta a las inquietudes, Israel ha contestado que focaliza sus ataques lo máximo posible. Pero cuando pasan las semanas y la Franja vuelve a estar en situación crítica, la matanza de Gaza ha vuelto a visibilizar una división en la UE que difícilmente desaparezca, en un momento en el que Bruselas comienza a hablar del día después del conflicto.

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