Volodímir Zelenski dio plantón el martes al Senado y al Congreso de los Estados Unidos. El presidente ucranio tenía que comparecer por videoconferencia en dos reuniones a puerta cerrada para informar a los representantes legislativos estadounidenses sobre la necesidad de aprobar de manera inmediata un nuevo paquete de asistencia económica y militar para su país. Zelenski no se conectó a las reuniones, sin mayor explicación por su parte. La razón, según ha especulado la prensa estadounidense, es la oposición confirmada la misma mañana del martes por el Partido Republicano a dar apoyo al paquete de ayudas propuesto por la Casa Blanca.
“Estamos en guerra y las cosas pueden cambiar”, afirmó el ministro de Defensa ucranio, Rustem Umerov, en la cadena Fox News, para justificar la ausencia de Zelenski. Pero el mandatario ucranio no pierde nunca una oportunidad para explicarse en foros internacionales, sobre todo si es para dirigirse a los congresistas y senadores de su mayor aliado junto a la Unión Europea. La reacción del presidente se ha interpretado sobre todo como una muestra de nerviosismo ante las crecientes dificultades que afronta en el escenario internacional y en la guerra.
Umerov ha visitado esta semana Washington junto a la mano derecha de Zelenski, Andrii Yermak. Este último declaró en Voice of America que si no se aprueba “lo más rápido posible” la partida de 61.000 millones de dólares (56.500 millones de euros) que el presidente, Joe Biden, ha solicitado al Congreso para Ucrania, “es muy probable que no podamos continuar liberando nuestro territorio y que perdamos la guerra”.
La Casa Blanca advirtió la semana pasada que solo quedan fondos para apoyar a Ucrania hasta finales de este año. El Partido Republicano, escéptico sobre las cantidades multimillonarias que se están transfiriendo a Ucrania, exige que junto a la partida de seguridad para Kiev, Israel y Taiwán solicitada por Biden se sume una inversión extraordinaria para fortificar más la frontera con México. Los demócratas no asumen esta petición y el tiempo pasa a favor del invasor ruso.
Mikola Bieliskov, investigador del Instituto Nacional de Estudios Estratégicos —dependiente de la presidencia ucrania—, insistió el 4 de diciembre en sus redes sociales en que el bloqueo republicano cuestiona la veracidad de la retórica de los aliados de Ucrania de que la apoyarán “el tiempo que sea necesario”. Las autoridades ucranias son optimistas sobre que se produzca un acuerdo entre los republicanos y la Casa Blanca, pero fuentes próximas al Ministerio de Exteriores ucranio confirman a EL PAÍS que lo sucedido es un aviso de los nubarrones que pueden aparecer en 2024, sobre todo durante la crispación que acompañará la campaña electoral de las presidenciales estadounidenses.
Los quebraderos de cabeza en el exterior para Kiev no terminan en Estados Unidos. La Unión Europea celebrará este diciembre la cumbre que debe oficializar el inicio de las negociaciones de adhesión de Ucrania a la UE. Sobre ello planea una amenaza, Viktor Orbán. El primer ministro húngaro, próximo a los intereses geopolíticos de Vladímir Putin, ha insistido en bloquear el inicio de las negociaciones si no se concede más autonomía a la minoría húngara en Ucrania.
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La situación a ambos lados del Atlántico indica que los problemas irán a más. EL PAÍS ya avanzó el pasado noviembre que los Estados miembros de la UE no se están poniendo de acuerdo en cómo financiar en el presupuesto comunitario una partida de 50.000 millones de euros para Ucrania. Las diferencias para alcanzar el pacto presupuestario se mantienen a pocos días de la celebración de la cumbre que debería aprobarlo. Esto coincide, además, con los bloqueos fronterizos al transporte de mercancías y productos agrícolas ucranios por parte de Polonia y Eslovaquia, porque consideran que sus bajos costes son competencia desleal.
Batalla política
El estancamiento en el frente, sin visos de que Ucrania pueda avanzar militarmente en 2024 por la superioridad rusa en recursos, está alimentando un nuevo estado de malestar en el país. Las hostilidades políticas se han desatado esta semana. Vitali Klichkó, alcalde de Kiev, acusó la semana pasada a Zelenski de dirigir el país a semejanza de Putin. “Ya no nos diferenciaremos de Rusia, donde todo depende del estado de ánimo de una persona”, dijo el alcalde de Kiev en el semanario Der Spiegel. Klichkó criticaba al presidente por no haber preparado adecuadamente al país en 2022 ante los avisos de una posible invasión rusa, y también por un exceso de acumulación de poder, en detrimento del Parlamento y del Gobierno. Alexei Goncharenko, cara más visible de Solidaridad Europea, partido de la oposición, incidía en lo mismo y añadía que la oficina del presidente tenía bajo control a la mayoría de los medios de comunicación.
Umerov constató en Fox que las palabras de Klichkó suponían “el inicio de la temporada política”. Pero no solo las declaraciones del alcalde de la capital han sacudido la vida política ucrania en los últimos días. El Gobierno negó a Petro Poroshenko, antecesor de Zelenski en la presidencia de Ucrania y fundador de Solidaridad Europea, el permiso de viaje a Hungría para entrevistarse con Orbán. La ley marcial en Ucrania impide salir del país a los hombres entre los 18 y los 65 años y Poroshenko tiene 58 años. La intención del exmandatario, según su partido, era tratar con Orbán su oposición al acceso de Ucrania a la UE. Poroshenko no pudo cruzar la frontera el pasado viernes porque los Servicios de Seguridad de Ucrania (SSU) denegaron el permiso alegando que Rusia lo utilizaría para su propaganda.
Un portavoz de Orbán declaró a la prensa que su Gobierno “no quiere tener ningún papel en las luchas internas políticas del presidente Zelenski”. Solidaridad Europea reaccionó denunciando que las autoridades conceden muchos más permisos para salir del país a los diputados de Servidor del Pueblo, el partido de Zelenski.
Choque con Zaluzhni
Las encuestas indican que el encallamiento del conflicto bélico ha ido minando los ánimos de la sociedad, sobre todo en los que no quieren verse involucrados en una guerra que dure muchos más años. Pese a que continúa siendo el político mejor valorado, la confianza en la gestión de Zelenski va a menos. Quien sí mantiene una alta valoración por parte de la ciudadanía es Valeri Zaluzhni, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Ucranias, mucho mejor considerado en puntos demoscópicos que el presidente, según una encuesta publicada por The Economist este diciembre. La mala relación entre los dos principales líderes del país en guerra ya es un secreto a voces. El diario Pravda publicó esta semana un extenso reportaje en el que incidía en las diferencias que existen entre ellos, sobre todo por las exigencias de Yermak de que Zaluzhni no tenga presencia pública y por las decisiones unilaterales del presidente en nombramientos militares. Pravda asegura que Zaluzhni incluso ha criticado abiertamente a Zelenski en sus reuniones con altos mandos militares estadounidenses, algo que el presidente sabe y que todavía los ha distanciado más.
La oficina presidencial alimentó el pasado verano un debate en los medios sobre la conveniencia de celebrar elecciones legislativas y presidenciales. Las primeras debían convocarse este otoño y las segundas, en marzo de 2024. La Constitución prohíbe la celebración de elecciones mientras está en vigor la ley marcial, pero tanto el equipo de Zelenski como él mismo indicaron que era posible una reforma legal que diera margen a la celebración de los comicios. Desde Estados Unidos ha habido presión por parte de los dos principales partidos para que sí se celebren las votaciones, pero una mayoría de ucranios se muestran contrarios a ellas por las dificultades para ser organizadas con garantías de seguridad y con oportunidades para la oposición.
En principio, el beneficiado de unas elecciones sería Zelenski, que todavía cuenta con un elevado respaldo, sobre todo sin un debate público y una oposición que hasta ahora había evitado romper la unidad durante guerra. Pero el propio presidente admitió en noviembre que veía muy improbable la convocatoria electoral por las dificultades de organización que representa mientras Rusia ocupa parte del territorio y ataca en todo el país. Su esposa, Olena Zelenska, afirmó la semana pasada en The Economist que no quiere ver a su marido presentarse a unas nuevas elecciones porque quiere que recuperen la normalidad familiar.
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